Te seré sincero. Este capítulo 14: Limita de Esencialismo es uno de los que menos recordaba de mis anteriores lecturas. Y sin embargo, al releerlo, mi primer impulso ha sido reducir esta entrada a una fuerte recomendación por mi parte de que te hagas con el libro e invitarte a leerlo completo de manos de su autor.
Cada detalle del capítulo es interesante
Finalmente he desistido, no sé si para bien o para mal, pero realmente te recomiendo su lectura. Atentas y atentos, porque de este capítulo hay que extraer el titular como te recomendaba aquí, tomárselo al pie de la letra podría llevar a una interpretación errónea.
“No” es una oración completa. – Anne Lamott
El subtítulo de este capítulo, que ya dice mucho, es La libertad de establecer límites.
¿Dónde están los límites?
Greg le da inicio con una de esas historias que tanto le gustan, de esas que te gustaría protagonizar pero que parecen tan complicadas cuando tratas de llevar al terreno de tu propia vida.
Jin-Yung trabajaba en una empresa tecnológica en Corea. Estaba preparando una reunión de la junta directiva bajo instrucciones de su jefa y estaba, además y ya en terreno personal, enfrascada en los preparativos de su boda.
Cuando su jefa le encomendó esta misión, Jin-Yung tomó la decisión de centrarse por completo en terminar lo antes posible con este compromiso laboral. Y así lo hizo, dedicando a los preparativos de la reunión intensas e interminables jornadas hasta que, varios días antes de que tuviese lugar, lo tenía todo completamente listo —y bajo un alto estándar de calidad, como también era habitual en ella— y podía dedicarse de lleno a los preparativos de su boda. Su jefa estaba sorprendida y fascinada.
Sin embargo, seguro que puedes imaginar lo que ocurrió después. Jin-Yung recibe una petición urgente de su jefa, un proyecto adicional que debería estar terminado antes de la reunión de la junta.
¿Qué crees que ocurrió después?
Pues ocurrió que la buena de Jin-Yung, que jamás le había dicho “no” a su jefa aún cuando sus peticiones descontrolaban su vida temporalmente en muchas ocasiones, le dijo “no”. Y lo hizo de un modo rotundo, sin culpas.
A modo ya de anécdota, debes saber que el resto de componentes del equipo también le dijeron “no” a esa petición de su jefa, que inicialmente se cabreó por tener que realizar ese trabajo ella misma. Sin embargo, más tarde y consecuencia de esta negativa en cadena vio con más claridad y admitió muchas de las cosas que durante tiempo había estado haciendo mal en la gestión de su equipo.
Con su “no”, Jin-Yung estableció sus límites y no solamente pudo dedicar su tiempo y poner su foco sobre lo que en ese momento consideró más importante, sino que además ayudó a su jefa a detectar las nocivas dinámicas de equipo llevadas a cabo hasta la fecha.
La desaparición de los límites
La tecnología ha desdibujado por completo las líneas divisorias entre diferentes áreas de nuestras vidas, como el trabajo y nuestro ámbito familiar. Las líneas que limitan nuestra disponibilidad para unas y otras áreas son difusas.
No solamente se han desdibujado, sino que en ocasiones unas áreas tratan sin pudor alguno de fagocitar otras. Aún existen demasiadas barreras y juicio social a que una persona pueda salir a jugar con sus hijos al parque un lunes por la mañana, sin embargo parece que se ha asumido como totalmente lógico y normal que un domingo se encuentre sacando adelante trabajo atrasado. No solo derumbamos nuestros propios límites, nos enorgullecemos de ello.
El debate sobre tiempo para la familia, para el ocio, y para el trabajo, en este caso es humo. Busca el titular. Quizá en tu caso tengas absoluta claridad sobre dónde se encuentra cada uno de tus límites. Si es así enhorabuena, no es habitual. Pero si no lo es, esta pequeña historia de Clayton Christensen podría ayudarte.
¿Qué precio pagarías si permites que tus límites se derrumben?
En un momento concreto de una etapa concreta de su vida, Clayton trabajaba en una empresa de consultoría administrativa. Uno de sus socios se acercó en un momento dado y le dijo que debía ir a trabajar el sábado. Cayton respondió: “Lo siento, he hecho el compromiso de pasar todos los sábados con mi esposa e hijos”.
Su socio se marchó enfurecido, pero al rato regresó y le dijo: “Está bien Clay, he hablado con el equipo y están dispuestos a venir el domingo. Espero verte aquí”. Clay suspiró y respondió: “Aprecio de veras que hayas hecho este intento, pero el domingo no me será posible venir. Mis domingos son para Dios”. Su socio se enfureció más aún.
Clayton mantuvo sus límites donde quería mantenerlos. Tiempo después, recordaba: “Si hubiera hecho una excepción, sería la primera de muchas”. Los límites se asemejan a un castillo de arena, si uno cae todos se vienen abajo. El resto de la gente los explora y pone a prueba, es tu labor mantenerlos intactos.
Nadie dijo que sería fácil
Establecer los límites y mantenerte fuerte en tu postura no es fácil. Jin-Yung o Clayton podrían haber visto truncada su carrera o perdido su empleo. Sin embargo no poner un freno tiene un coste mayor, porque perderás por completo tu capacidad de elegir y priorizar de forma deliberada y estratégica, en base a tu propósito y no al de otras personas. Si no estableces límites no existirán, o peor aún, otras personas los establecerán por ti.
Para una persona no esencialista, un límite te limita, te restringe. No sabe ver más allá. Una persona esencialista percibe los límites como algo liberador que le ilimita.
Su problema no es tu problema, no se lo quites
Por supuesto, el reto de establecer límites va mucho más allá de la conciliación laboral o familiar.
Con decir que «no le quites a la gente sus problemas» no quiero decir que no debamos ayudar a los demás. Nada más lejos de la realidad.
A lo que me refiero es a que cuando permitimos que otras personas hagan nuestros sus problemas, no las estamos ayudando, las estamos autorizando. Y si eliminamos su problema tampoco las estamos ayudando, estamos quitándoles su habilidad para poder resolverlo.
Henry Cloud narra una historia en su libro Límites que tiene mucho que ver con esto. En una ocasión, los padres de un hombre de 25 años fueron a verle porque deseaban que «arreglara» a su hijo. Henry les preguntó porqué su hijo no había acudido con ellos, y le respondieron que “lo que pasa es que él cree que no tiene ningún problema”.
Tras escuchar atentamente su historia, Henry concluyó: “Creo que su hijo está en lo cierto, no tiene ningún problema. Ustedes lo tienen. Pagan, se inquietan, se preocupan, planean, y gastan energía para que él no se detenga. Él no tiene problemas porque Ustedes se los quitan. Ustedes necesitan levantar una cerca para que los problemas de su hijo se queden de su lado y sigan siendo suyos”.
Levantar cercas es lo único que mantendrá nuestros límites donde deben estar sin obligarnos a decir “no” a cada segundo que pasa. Las cercas son nuestros muros contra la invasión, nuestras aliadas. Son la herramienta que utilizamos para salvaguardar nuestra libertad a poner límites donde decidimos —como personas libres— ponerlos.
Los límites son una fuente de liberación
Imagina una escuela con un pequeño patio abierto junto a una calle muy transitada. Sin una cerca que aisle ese patio, todas las pequeñas personitas que salen al recreo a jugar deberían quedarse en un lado del patio, sin poder ocuparlo completo y siempre bajo la supervisión de personas adultas. Con una cerca que separe su patio de la calle, podrían ocupar todo el patio sin riesgos y sin una supervisión tan estricta. Hay muros que liberan.
Del mismo modo, si no estableces límites claros en tu vida vivirás en el confinamiento de los límites que otras personas establecen para ti.
¿Por dónde puedo comenzar?
Puedes comenzar por identificar tus límites más claros, aquello que para ti es inadmisible.
Cuando se le pregunta a la personas por sus límites, pocas veces pueden describirlos de un modo claro con palabras. Afirman tenerlos, pero posicionarlos y hacerlos tangibles supone un enorme esfuerzo para ellas.
Establecer «contratos sociales» es otro modo estupendo de marcar límites.
Greg nos cuenta cómo, en una ocasión, tuvo que llevar adelante un proyecto con un colega con una visión totalmente opuesta a la suya. Todo el mundo auguraba problemas y discusiones, sin embargo no fue así.
¿Cómo? Estableciendo unos límites claros y consensuados. Comenzaron por una reunión en la que ambos tenían claro que compartían el resultado que deseaban alcanzar, pero nada más.
Entonces, Greg comenzó a exponer a su colega un par de cosas que a él particularmente le importaban mucho, y luego le pidió a él que hiciera lo mismo. Abordar este objetivo común por medio de este contrato social en que se establecía qué deseaban alcanzar y qué era importante para cada uno de ellos logró, por medio de los límites, que cada uno de ellos hiciese su más alta contribución llevando al mínimo la posibilidad de roces o enfrentamientos.
Hay límites que puedes —y necesitas— establecer y mantener. Cometer el error de no hacerlo supondrá pagar un alto precio. ¿Has pensado en ello? ¿Qué harás?
En esta serie…
Introducción: Esencialismo
Capítulo 1: El esencialista
Capítulo 2: Elige
Capítulo 3: Distingue
Capítulo 4: Haz concesiones
Capítulo 5: Escápate
Capítulo 6: Mira
Capítulo 7: Juega
Capítulo 8: Duerme
Capítulo 9: Selecciona
Capítulo 10: Aclara
Capítulo 11: Atrévete
Capítulo 12: Líbrate de los compromisos
Capítulo 13: Edita
Capítulo 14: Limita
Capítulo 15: Amortigua
Capítulo 16: Resta
Capítulo 17: Progresa
Capítulo 18: Fluye
Capítulo 19: Concéntrate
Capítulo 20: Sé (La vida esencialista)
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