Vita sine proposito vaga est — Lucio Anneo Séneca
Siguiendo con la serie y de la mano del ilustre cordobés, vamos a intentar aterrizar el primero y más alto de los niveles de perspectiva, el Propósito.
Voy a empezar por hacer una subdivisión, con la que no todo el mundo tiene que estar de acuerdo, que me ayuda mucho a tener claro de qué estamos hablando:
Niveles Estratégicos:
- Propósito y valores
- Visión
Niveles tácticos:
- Metas y Objetivos
- Áreas de Enfoque o Responsabilidad
Niveles Operativos:
- Proyectos
- Siguientes acciones
Partiendo de la base de que estamos en los niveles estratégicos, cabe decir que éstos no se encuentran explícitamente en mi sistema, sino de forma tácita, ya que el contenido de los niveles táctico y operativo debe estar alineado con el estratégico. El nivel estratégico lo tenemos que tener tan interiorizado como para que sea parte intrínseca de nosotros mismos, que lo es, y sea filtro de los niveles inferiores. Es decir, no debería haber nada en los niveles táctico y operativo que no esté alineado con nuestro nivel estratégico. Dicho esto, los niveles estratégico y táctico los tengo fuera de mi sistema, en distintos formatos que os iré mostrando, pero donde realmente deben estar grabados es dentro de mi cabeza, teniéndolos presentes en cada momento de mi vida, en cada decisión.
Según el maestro David Allen, “el propósito proporciona la intencionalidad última de la existencia y de la dirección”, es el gran “¿para qué?” de todo.
Para mí, el propósito es la clave de bóveda de mi vida, es la brújula que fija el rumbo y la referencia donde acudo cuando no sé qué camino tomar.
Para lograr formular un propósito hay que hacerse preguntas del tipo ¿para qué estoy aquí?, ¿cuál es el sentido de mi vida?, ¿cuál es mi intención última?, ¿qué quiero conseguir sobre todas las cosas?… Toda esta metafísica, aunque pueda parecer poco práctica, es muy enriquecedora y fuente de autoconocimiento fundamental. No te desanimes cuando lo intentes y no te salga a la primera, es algo muy importante y las cosas importantes hay que hacerlas sin prisa. Cuando tu propósito esté ante ti, lo sabrás.
Voy a darte una pista para que veas que el camino no es tan cuesta arriba como parece…
¿Qué desea el ser humano en general?… ¡Ser feliz!
¡Vale! Todos queremos ser felices, pero la felicidad no es algo tangible, ni homogéneo, ni significa lo mismo para una persona que para otra… ¡De acuerdo!, pero podemos sacar dos importantes reflexiones sobre esto, la primera es que el propósito no es un objetivo que se alcance y se tache, sino el fin último al que aspiramos, y la segunda; reflexionar sobre nuestra felicidad es un excelente punto de partida para lograr definir nuestro propósito.
Ahora os voy a contar una pequeña historia:
Andaba yo buscando mi propósito y, aunque sabía que quería ser feliz, no sabía cómo.
Tenía mi pedazo de sistema GTD® montado en una aplicación, totalmente funcional y actualizado, con todos mis proyectos avanzando. Y mis áreas de responsabilidad bien delimitadas y, a mi manera, en el equilibrio que en ese momento mi vida me pedía. Tenía también unos objetivos SMART, que me ilusionaba con alcanzar. Lo tenía todo, salvo algo que diera sentido a todo lo anterior.
Como sabéis soy católico. En Lucena, donde vivo, hay multitud de Iglesias a las que acudir. Yo acudo a una u otra indistintamente, me gusta cambiar. Pues, como decía al principio, estando yo buscando mi propósito, un domingo cualquiera acudí a Misa a un convento de frailes franciscanos (me gusta especialmente la forma clara y directa de predicar que tienen) y al finalizar la celebración el guardián del convento, que era quien celebraba, nos despidió como de costumbre con un “podéis ir en paz”, al que añadió, “…y no lo olviden, sean felices haciendo felices a los demás”.
Como podréis imaginar, la frase se me quedó grabada a fuego. En casa nos sentimos muy especiales; mi mujer dice que a ella el Señor le manda las cosas por escrito, y es verdad, y yo le pido que me las diga por boca de alguien porque si me las manda por escrito seguro que no me entero.
Pasé varios días dando vueltas a la frasecita, preguntándome si de verdad yo estaba en el mundo para hacer felices a los demás y si hacer de esta frase el final de mi camino me iba a hacer feliz a mí. Necesitaba otra “ayuda divina” para aterrizar más este concepto, para poder hacerlo mío.
Aunque ya lo comentaré cuando lleguemos a las Áreas de Responsabilidad, siempre ha habido alguien que, a modo de maestro Jedi, ha aparecido en mi vida en un área concreta para ayudarme a desarrollarla y acompañarme en el camino. Me sucedió cuando empezaba en la consultoría de dirección, me sucede en mi área laboral actual y me sucede en la faceta espiritual. Precisamente a mi “Maestro Jedi de la espiritualidad” me dirigí con la urgencia de concretar mi propósito en algo más terrenal y personalizado, y me dio un revolcón de época. Me dijo que esperase, que las cosas importantes no entienden de prisas, que una decisión tan trascendente necesitaba de más meditación y paciencia y que tuviese confianza, que vistos los antecedentes, la ocasión se iba a presentar ante mí.
Muy poco tiempo después, ante las muchas dudas que planteaba en mi camino de GTD®, la persona que normalmente era la referencia para mí en estos asuntos se ofreció a echarme una mano de forma más profunda y personalizada en la resolución de mis dudas. ¡Había encontrado a mi “Maestro Jedi de la efectividad”!
Este maestro puso en mis manos la ocasión que estaba esperando al proponerme formar parte de un proyecto altruista que perseguía ayudar a dar a conocer la metodología GTD® para que las personas pudiesen ser más efectivas y con ello, más felices. Ese proyecto se llama “Aprendiendo GTD” y gracias a él y al equipo que lo sustenta, conseguí concretar mi propósito. Aquí lo tenéis, a pecho descubierto:
¿Cómo lo veis? ¿Pensáis que es algo intangible? ¿Demasiado genérico?
Necesita serlo porque tiene que ser aplicable a cada faceta de mi vida. Os voy a dar detalles de aplicaciones reales para que veáis que siendo la cúspide de los niveles estratégicos, tiene una aplicación práctica muy operativa. Descompongamos el propósito.
“Ser feliz” es la premisa, “utilizando los dones que Dios me ha regalado” es el “cómo ser feliz”. Me considero una persona afortunada porque creo que Dios me ha dotado de ciertas habilidades con las que disfruto. No quiero decir que sea excepcional respecto a esas habilidades, sino que haciéndolas, mejor o peor, me siento bien. La escritura, el aprendizaje, la conversación, la síntesis contable, la gestión de negocios… son temas que me interesan, que procuro potenciar y que me producen una sensación agradable cuando me dedico a ellos. Por tanto, para mí no es difícil ser feliz haciendo uso de estos “dones”.
“Para entregarme a los demás” es el “para qué” utilizo estos “dones”, consiste en enfocar su aplicación hacia fuera. Escribir para los demás, aprender para estar mejor preparado para ser útil, pararme a conversar con alguien que necesita ser escuchado, echar una mano con las cuentas a alguien que lo necesita, ayudar a optimizar la gestión de un negocio… son aplicaciones prácticas generales o el planteamiento de la materialización de esta entrega a los demás. Concretando en mi caso particular, los círculos donde pongo en práctica esta entrega comienzan en mi propio núcleo familiar, continuando por la familia en general, las amistades, los trabajadores de mi empresa y los proyectos que engloban a personas hasta entonces desconocidas para mi.
Ejemplos de estos proyectos pueden ser desde la militancia activa en un grupo de matrimonios con problemas hasta colaborar con “Aprendiendo GTD” en la publicación de artículos en el blog y en la participación en Telegram y los Mastermind Groups, pasando por llevar todo el tema fiscal y financiero de la parroquia de mi barrio o intentar involucrarme (aunque sólo sea dedicándole un tiempo de escucha activa para que se desahogue) en la resolución de un problema personal que tenga algún trabajador de mi empresa.
Para mí resulta muy gratificante poder aplicar lo aprendido en mi anterior trabajo (la consultoría de dirección), tanto a mi empresa familiar como a otras personas o colectivos de forma altruista. Es como devolver el fruto de la inversión que supuso mi formación. Una experiencia personal significativa es que, aunque pueda parecer contradictorio, para mí es mucho más difícil llevar a cabo mi propósito cuanto más cercanía tengo respecto al ámbito de aplicación que os he descrito; el núcleo familiar, el más difícil; ¡cosas de la vida!
“Con Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza” hace referencia a las virtudes que voy a procurar que rijan mis actuaciones. Son las “líneas rojas” entre las cuales debo manejarme, y que veremos con más detenimiento en la próxima entrada “Los Valores”.
Espero haberos ayudado a tener una idea de qué es el propósito, cómo buscarlo, formularlo y reflejarlo en vuestro día a día.
¿Qué es para vosotros ser feliz? ¿Os atrevéis a intentarlo?
¿Quieres leer más? Continúa con la serie:
– Serie Olivares efectivos (I), Declaración de intenciones
– Serie Olivares efectivos (II), Un poco de historia
– Serie Olivares efectivos (III), El Propósito
– Serie Olivares efectivos (IV), Los Principios
– Serie Olivares efectivos (V), La Visión
– Serie Olivares efectivos (VI), Metas y Objetivos
– Serie Olivares efectivos (VII), Áreas de Responsabilidad
– Serie Olivares efectivos (VIII), Proyectos
– Serie Olivares efectivos (IX), Siguientes Acciones
Excelente entrada y muy clara la exposición. Al final aportar valor a la mayor cantidad de personas a nuestro alrededor es lo que hace que nuestros días merezcan la pena. Gracias por compartirlo
Muchas gracias Nono,
Compartir, con sus aciertos y errores, es una gran opción para aportar valor. Motiva, alegra y enriquece tu comentario!
Gracias por compartir tu propósito y servir como ejemplo.
Gracias Daniel por tu comentario, continuamos con la serie, los principios están al caer…
Muchas gracias por tus palabras, sin duda de mucha ayuda para inspirarse.