Mientras que el propósito proporciona la vitalidad y la dirección, los principios definen los parámetros de actuación y los criterios para alcanzar la perfección en la ejecución. — David Allen, Organízate con eficacia
Comienzo esta entrada con una cita del maestro Allen que nos sitúa con mucha claridad en el punto de la serie que nos encontramos. Recordemos que seguimos en la cúspide de la pirámide de la perspectiva y que, una vez definido nuestro propósito, vamos a hincarle el diente a nuestros principios.
En Organízate con eficacia David Allen no nos proporciona una definición al uso de los principios, pero nos deja muchas pistas para que construyamos nuestro propio concepto al respecto. “Centrarse en los resultados y valores primordiales es un ejercicio crucial, de eso no hay duda. Hacerlo proporciona los criterios necesarios para tomar las a veces difíciles decisiones sobre qué dejar de hacer, además de a qué deberíamos prestar nuestra máxima atención entre el exceso de alternativas que tenemos”. Según esta afirmación, los principios nos proporcionan los criterios para elegir qué hacer y qué no durante el paso Ejecutar. Estos criterios pueden ser limitantes y actuar a modo de líneas rojas; o priorizantes, dotándonos de la capacidad de ordenar una serie de factores en base a ese criterio.
En Haz que funcione, el autor define los principios como “Criterios de fondo que representan un núcleo central y que nos guían a lo largo de nuestras vidas, puntos de referencia emocional, intelectual, física o espiritual que influyen en lo que toleramos y en lo que no”. A lo largo del capítulo 17 de este libro, Allen nos hace una aproximación a los principios, sobre todo desde la óptica profesional, y nos llega a decir incluso la horquilla en cuanto al número de principios se refiere.
Mis Principios
En mi caso particular, asemejo los principios con los valores por lo que pretendo que discurra mi vida y busco que me ayuden a lograr alcanzar mi propósito de forma sostenible. Los principios son el cómo me gustaría alcanzar mi propósito.
Como ya adelanté en mi anterior entrada, mis principios están integrados en mi propósito y son las 4 virtudes cardinales.
Las virtudes tal y como las conocemos tienen su origen en la filosofía clásica y fueron enunciadas por Platón en La república, añadiendo y personalizando el concepto griego de excelencia (que sólo contenía 3 virtudes). Santo Tomás, en su Suma Teológica, las adapta incluyendo el adjetivo “cardinal”… “ya que sobre ellas, como sobre quicios, gira y descansa toda la vida moral humana”. La etimología es latina: cardo-cardinis era el quicio o gozne de la puerta.
Según Santo Tomás: “La prudencia dirige al entendimiento práctico en sus determinaciones; la justicia perfecciona la voluntad para dar a cada uno lo que le corresponde; la fortaleza refuerza el apetito irascible para tolerar lo desagradable y acometer lo que debe hacerse a pesar de las dificultades, y la templanza pone orden en el recto uso de las cosas placenteras y agradables”.
Personalmente, y por razones obvias, yo las tengo reflejadas en mi sistema con la definición contenida en el Catecismo de la Iglesia Católica publicado en 1997, que es uno de los documentos fundamentales resultantes de la renovación iniciada con el Concilio Vaticano II.
La presencia de las cuatro virtudes
La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.
La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada la virtud de la religión. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo.
La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa.
La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.
¿Cómo las tengo reflejadas físicamente en mi sistema?
Pues de dos formas distintas. La primera, que ya conocéis, es estando incluidas en la redacción de mi propósito. La segunda, es tenerlas, junto a su definición en un documento de texto en mi archivo. Este documento está vivo en el sentido de que lo edito con frecuencia, no para cambiar mis principios ni sus definiciones, sino para ampliar estas definiciones con ejemplos o situaciones particulares que me han sucedido y que creo que me ayudarán en la toma de decisiones en el futuro.
¿Qué uso hago de mis principios?
Al igual que el propósito, puede parecer que estamos hablando de algo metafísico sin aplicación práctica alguna, pero nada mas lejos de la realidad. Acudo con bastante regularidad a releer mis principios, a ampliar sus definiciones y a buscar ayuda en ellos para la toma de decisiones. Intentar mantener este camino de rectitud moral en un mundo donde entre el blanco y el negro hay una multitud de tonalidades de gris es harto difícil, y acudir a refrescar el significado o meditar sobre estas virtudes ayuda mucho.
Antes de poner algunos ejemplos, me gustaría puntualizar que estos principios son de aplicación tanto en las grandes decisiones trascendentales como en las pequeñas elecciones que consideramos sin importancia. Hay que ser coherente, y empezando por lo pequeño se llega a lo grande.
Algunos ejemplos
Formo parte de algunos consejos de administración de empresas familiares, antiguos clientes, que tienen a bien invitarme de vez en cuando para exponerme algunas situaciones y pedirme opinión al respecto. Cuando el tema es referente a números la ética es clara y hay que tirar de Fortaleza, pero cuando el asunto tratado versa sobre relaciones familiares, problemas de gobierno o de poder… Ahí hay que mojarse con Justicia, y son situaciones tan complejas que aún hoy sigo formándome para poder tener más criterio a la hora de poder aconsejar algo referente a política de empresa. En disputas o enfrentamientos personales, esté yo implicado directamente o no, procuro, aunque a veces no lo consigo, echar el freno y empatizar con la otra parte… Prudencia. Cada vez que sacan un iPhone nuevo… Templanza.
Tienes en la agenda tratar con tu encargado un error recurrente que comete en el contenido de un informe mensual que te pasa. Puedes abordarlo por las buenas o por las malas. Tienes que corregir a un trabajador en su forma de ejecución de un trabajo, puedes hacerlo delante del resto del personal o llamarlo aparte y comentarlo con tranquilidad. Tienes que cerrar la contabilidad para calcular el resultado contable del ejercicio, puedes inflar la variación de existencias o no. Estás terminando de preparar la cena solo porque tu mujer está en una reunión de trabajo, puedes preparar tu bandeja y cenar o dejar las dos bandejas preparadas y esperarla…
¿Dónde encajan Los Principios en GTD?
La metodología, en su paso Ejecutar, nos propone elegir qué hacer dependiendo de unos criterios (contexto, tiempo, energía, prioridad…). Si hemos definido bien nuestras siguientes acciones, nos ayudará a elegir qué hacer, pero tus principios te ayudarán con el cómo.
Tenemos el destino, tenemos delimitados los linderos, ¿y si imaginamos qué nos espera a lo largo del camino?
Lo vemos en la siguiente entrada, La Visión.
¿Quieres leer más? Continúa con la serie:
– Serie Olivares efectivos (I), Declaración de intenciones
– Serie Olivares efectivos (II), Un poco de historia
– Serie Olivares efectivos (III), El Propósito
– Serie Olivares efectivos (IV), Los Principios
– Serie Olivares efectivos (V), La Visión
– Serie Olivares efectivos (VI), Metas y Objetivos
– Serie Olivares efectivos (VII), Áreas de Responsabilidad
– Serie Olivares efectivos (VIII), Proyectos
– Serie Olivares efectivos (IX), Siguientes Acciones
Creo necesarios ejemplos como el que nos regalas. Gracias
Me alegra que te sean de utilidad.
¡Un saludo!