Qué papel cumplen los hábitos
“La evolución”, “el cerebro es vago”, “el ahorro de energía y recursos”… ¿os suena?. Puede parecer, por repetido, un argumento vacío, pero el caso es que esa justificación es cierta, aunque no siempre esté bien expresada.
La posibilidad de hacer tareas simples y algunas también complejas, sin apenas prestar atención, cumple un papel fundamental en nuestra supervivencia. Nos permite prestar atención a lo importante sea lo sea en cada momento, nos permite ahorrar energía evidentemente; la evolución se encarga del resto.
Atarse los cordones de los zapatos sin tener que decidir en cada ocasión qué dedo debemos de colocar en qué sitio, dónde presionar, cómo colocar el cordón (los cordones), ligar la lazada… vale, no es el ejemplo más sesudo, pero imagina conducir: cada cambio de marchas, cada adelantamiento, palancas, botones, la radio, mantener al mismo tiempo una conversación, estar pendiente de lo que pasa delante, de los retrovisores, de si alguien se cruza… resultaría agotador.
Y cuántas veces has llegado a tu destino sin ser consciente ni del trayecto ni de los avatares del recorrido.

Pues realizamos acciones de este tipo cada minuto, cada hora, cada día.
¡Hombre, eres un poco exagerado, no será para tanto! ¿No?
Según un estudio de la Universidad de Duke publicado en 2006 los hábitos representan aproximadamente el 40% de nuestros comportamientos, cada día. O sea casi la mitad de nuestras acciones diarias las hacemos en “modo automático”.
Este altísimo nivel de automatización, viene con una contrapartida. Cuanto más rutinaria se vuelve una conducta, menos conscientes de ella somos, lo que provoca una pérdida gradual en la vigilancia, en la alerta, que hace que los hábitos pueden compartir (y de hecho comparten) muchos rasgos comunes con las adicciones.
Podríamos enumerar acciones diarias (mejor decir comportamientos diarios) encuadrados en hábitos físicos, hábitos afectivos, hábitos sociales, hábitos intelectuales, hábitos de higiene, hábitos de alimentación, hábitos éticos (o morales)… otros hábitos más “mediáticos” que quizá estarían englobados en alguna de las categorías anteriores: hábitos posturales, hábitos de consumo, hábitos de reciclaje, hábitos de estudio, hábitos de cortesía, hábitos de lectura, hábitos de ocio, etc.

En resúmen ”Los hábitos son, pues, esquemas mentales estables, aprendidos por repetición de actos, que facilitan y automatizan las operaciones mentales cognitivas, afectivas, ejecutivas o motoras” (José Antonio Marina, 2012)
Hábitos y Rutinas
En el capítulo anterior, Crear un hábito desde cero, parte 1, indicábamos:
“La mayoría de nosotros al pensar en hábitos, nos imaginamos comer sano, hacer deporte como ejemplos de buenos hábitos, fumar y abusar de precocinados/comida basura como ejemplos de malos hábitos. En sentido estricto, esto no sería correcto”
¿Por qué?
Porque los hábitos son mucho más pequeños; responden a la automatización.
¿Por qué encuentras el icono de Telegram en tu móvil a la primera? ¿A que no te pasa con otras aplicaciones? ¿Qué pasa cuando reorganizas tus pantallas de aplicaciones?
¿Al pagar una compra va tu mano directamente al bolsillo o abres el bolso automáticamente buscando la cartera o la tarjeta de crédito?
¿A que es fácil que olvides dónde dejaste aparcado el coche en una situación rutinaria, pero sin embargo no dudas, o pocas veces dudas, de que lo hayas dejado cerrado?
¿Sabías que morderse las uñas o los labios, tirarse o arrancarse el cabello, mover el cuello bruscamente, son todos ellos ejemplos de hábitos (nerviosos, en este caso)?
¿A que no suena a “Gran Avance”?
Pues lo es.
Los ejemplos anteriores son minúsculas automatizaciones aisladas. Lo realmente bueno de la automatización de conductas, es que una vez consolidadas construimos nuevas automatizaciones sobre las anteriores, pudiendo crear acciones muy complejas.
Un bebé desde que empieza a caminar, tarda aproximadamente un año en adquirir las habilidades necesarias. Una vez que lo domina, puede construir sobre ello otras habilidades motoras: saltar, bailar, andar en monopatín, tocar la guitarra, hacer surf…
Se pasó de tener que estar concentrado en cada movimiento para no tropezarse y caerse, a poner en práctica unas habilidades totalmente automáticas e indelebles: son aprendizajes casi imposibles de olvidar.

Esto mismo sucede con los hábitos. Pequeños hábitos, entrelazados, encadenados y superpuestos con otras acciones, dan lugar a conductas complejas que se realizan de forma secuencial, pero desencadenadas como si fuesen una conducta aislada.
Eso es una rutina.
En una rutina, se combinan acciones automáticas (hábitos) con otras voluntarias y decididas, pero que forman un bloque más o menos homogéneo.
La rutina, como secuencia de hábitos, y en el sentido de semi automatizada, es de lo que trataremos en los siguientes capítulos.
Cómo se crean y mantienen los hábitos según la teoría. Qué premisas favorecen que consigamos instaurarlos y fijarlos, cuáles son las causas de fracaso, por qué abandonamos. Cómo plantear de forma práctica la creación de un hábito. Cómo nos puede ayudar GTD.
¿Quieres leer más? Continúa con la serie:
Crear un hábito desde cero, parte 1
Crear un hábito desde cero, parte 2
Crear un hábito desde cero, parte 3
Crear un hábito desde cero, parte 4
Crear un hábito desde cero, parte 5
Deja una respuesta