Esta pasada semana ha ocurrido algo que me ha hecho reflexionar sobre la que fue mi primera implementación «seria» de un sistema GTD®, hace ya unos añitos. Tener bajo control tus asuntos pendientes para ganar paz mental es uno de los titulares con los que te quedas tras leer a David Allen. Realmente va más allá de ser una simple promesa.
El hecho concreto que me ha llevado a esta reflexión ha sido el tener la oportunidad de participar en el primer curso de formación GTD® oficial en abierto en su formato virtual en vivo. Siempre es tremendamente gratificante poder ver cómo, a lo largo de día y medio, las caras de todas las personas que participan van cambiando a medida que cada uno de los engranajes va haciendo clic en su mente. Lo desconocido y lo incomprendido van tomando forma poco a poco hasta conformar un todo que mezcla esperanza, determinación, ilusión e impaciencia por profundizar y experimentar.
Estas sensaciones son tan visibles desde fuera, que han conseguido llevarme a ese punto en mi camino.
Lo recuerdo como si hubiera sido ayer mismo
La neurociencia nos dice que para que seamos capaces de almacenar algo en nuestra memoria a largo plazo debe ir asociado a una emoción. Y cuando terminas de montar tu sistema por primera vez —de montarlo de verdad, tras un par de días capturando, aclarando y organizando todo lo que sale de tu mente, papeles, objetos, y, en definitiva una increíble diversidad de «cosas»— las emociones se disparan. Experimentas un «chute» de adrenalina importante.
Comienzas con una sensación de liberación —por sacar todo de tu cabeza— que va seguida por una de agobio —por ver «cuántas cosas» no están dónde o cómo debieran, y cuántas has iniciado y no terminado—. Pero cuando terminas, tienes una sensación de control absoluta sobre todos tus asuntos pendientes y una intensa sensación de logro por haber dado ese gran paso.
Has dado un paso muy importante y has experimentado la sensación de tener todo tu mundo bajo control. El mero hecho de haberlo experimentado te dará fuerzas para reproducir esa sensación, es un componente altamente motivador.
Un día, si te mantienes firme en tu propósito y continúas tu camino hacia convertirte en una persona más efectiva, esas sensaciones que experimentas se habrán convertido en una necesidad total y absoluta para ti. Y esos comportamientos que hoy te parecen antinaturales y a los que tanto te cuesta ceñirte, serán parte de tu ser. No necesitarás obligarte, todo lo contrario; te incomodará pensar, comportarte o vivir de otro modo.
No voy a engañarte, para que eso llegue aún queda mucho camino
Tendrás que forzarte, tendrás que adquirir o cambiar muchos hábitos. Será necesario que te mantengas firme y actúes fiel al método, aún cuando te parezca una pérdida de tiempo hacer las cosas de determinado modo. Tendrás que conseguir interiorizar todos esos comportamientos hasta que te salgan de forma natural, sin pensar, como si toda tu vida te hubieras comportado así.
Cuando pasen unos cuantos años y lances la vista atrás, en perspectiva, te asombrará lo diferente que lo verás todo. De hecho, te costará comprender porqué en el pasado hacías lo que hacías y te costará dar respuestas a para qué hacías lo que hacías.
Hoy, dejas de hacer lo que tienes en tu lista de tareas para hacer cualquier otra cosa —incluso, en ocasiones, con total confianza— a causa del profundo desconocimiento sobre todo lo que deberías estar haciendo y no haces.
Un día, cuando estés de vuelta de ese camino de conocimiento —y autoconocimiento— quizá hagas lo mismo, dejar tu sistema a un lado y permitirte hacer lo que te dé la gana en un momento concreto. Sin haber capturado, aclarado y organizado. Y lo harás en total confianza y sin sentimiento de culpa alguno. Tendrás una absoluta sensación de control sobre todos tus asuntos pendientes, hasta tal punto que podrás permitirte hacer concesiones y excepciones sin que eso implique la más mínima intranquilidad.
Nada cambia, salvo tú
Y es que, en mi experiencia, el camino de la efectividad es un camino en el que nada cambia salvo tú. Pasas por numerosas fases para regresar al punto de partida. Es un camino de ida y vuelta donde la persona que regresa es diferente de la que ha ido.
Esa persona que regresa ha perdido el interés porque la aplicación que utiliza tenga más o menos colores, sabe perfectamente qué puede esperar o qué no, sabe de forma intuitiva y natural qué es más o menos importante para ella y qué debe hacer en cada momento, sin estrés. Sabe olvidarse de los tecnicismos cuando es necesario y aplicar la esencia de la efectividad. Y sabe ocuparse de lo que puede hacer y despreocuparse de lo que no puede cambiar. Es una persona que vive en libertad, tiene plena confianza en las decisiones que toma, consigue resultados en aquello que se propone y por todo ello es más feliz.
La vida es un camino de idas y venidas que nunca termina y en que cada vez que pasas por la meta eres una persona diferente. Te animo a iniciar tu propio camino. Te acompañaremos.
Deja una respuesta