Existe una errónea —y sin embargo, muy extendida— creencia de que desarrollar una competencia como la efectividad personal (o productividad, para que se entienda, aunque el término no es correcto) tiene como único objetivo hacer más cosas.
¿Hacer más cosas o mejores cosas?
Un muy elevado porcentaje de personas que se acercan a esta competencia, lo hacen buscando hacer más cosas. Al mismo tiempo, otras personas se alejan intencionalmente precisamente por el mismo motivo. Ambas partes están cometiendo un error de base importante; están mirando fijamente a un árbol, tan fijamente que no ven el bosque.
El hacer más o menos cosas es un factor de carece de impacto en nuestras vidas, aunque desde nuestra «inocencia» lo percibamos como el factor que marca la diferencia. Los seres humanos estamos diseñados para la acción, para ponernos a hacer cosas, sin embargo aquí entra de lleno un matiz importante que viene a corregir esta percepción. Nuestro día es de 24 horas para todo el mundo, y durante esas 24 horas estamos haciendo cosas full-time (claro, dormir también es «hacer algo»). Así visto, encaja mejor comprender que hacer más o hacer menos cosas se torna irrelevante; lo realmente importante es qué cosas haces. Sé que parece obvio, pero sin embargo sin detenernos a pensar no lo es tanto; no cantidad, sino calidad. Calidad entendida como qué aporta realmente lo que hacemos y en qué medida se acerca o se aleja de aquello que deseamos lograr.
La eficacia, hacer las cosas adecuadas
A este respecto, la efectividad como competencia integra un conjunto de comportamientos que, una vez interiorizados, te ayudarán a tomar decisiones de calidad sobre qué hacer —o qué no hacer— con la confianza añadida de que esas decisiones que tomas, son las que tienen más sentido para ti. Al mismo tiempo, debemos también tener en cuenta que nuestra vida es una carrera de fondo, un camino en sí mismo en el cual cobra tanto o más sentido evaluar cómo lo recorremos, que el punto al que llegamos.
La vida es eso que pasa mientras estamos haciendo otros planes — John Lennon
Mi idea mientras escribo esta entrada no es soltarte un montón de afirmaciones —más o menos obvias, y que podrás creer o no— sino bajar un nivel más para mostrarte una de mis experiencias en este camino y contarte qué me llevó a el, de modo que puedas establecer vínculos con tus experiencias propias. Y de ahí, a conseguir encontrar la diferencia entre desarrollar la efectividad personal, y el «hacer más cosas».
¿Cómo te relacionas con el mundo que te rodea?
En realidad todo se basa en eso, en cómo te relacionas con tu mundo. Sabes perfectamente que diferentes personas reaccionan de muy diferente modo ante situaciones similares; por eso el cómo vives, qué experimentas y cómo reaccionas en tu día a día ante esas situaciones es crucial. Este es el factor «como recorres tu camino».
Cuando yo llegué al mundo de la efectividad personal lo hice precisamente buscando hacer más cosas. Al principio descubrí unos cuantos consejos productivos que me ayudaron a moverme con más agilidad, pero no tardé demasiado en darme cuenta de algo: el vaso seguía siempre lleno hasta rebosar. Me compré un vaso más grande, pero también se llenó. Da igual qué vaso te compres y cuánta capacidad tenga, se llena igualmente.
Tenemos más cosas para hacer que tiempo para hacerlas, y conseguir abrir pequeños huecos en nuestro día a día no hace, por sí mismo, que nuestra tendencia al sobrecompromiso, la mala gestión de nuestros pendientes o la nula claridad de ideas sobre qué queremos conseguir y qué estamos haciendo para conseguirlo desaparezcan.Y nunca terminas de salir de esa situación de estrés y agobio continuo; te apresuras más, dedicas más horas, te metes de lleno con la última y mejor herramienta… da igual. El vaso siempre llega a rebosar si no se introducen otros factores en la ecuación, y como consecuencia el modo de relacionarte con tu mundo no cambia.
Sentirte bien con lo que haces y con lo que no haces
Me han hecho falta unos cuantos años para darme cuenta —de verdad, con convicción y no sobre el papel— de que lo que de veras necesitamos no es hacer más cosas, sino sentirnos bien con lo que hacemos y con lo que no hacemos. Y para ello, el cómo nos relacionamos con nuestro mundo es un cambio de chip fundamental y necesario. Cuando te sientes bien con lo que haces y con lo que no haces el círculo se cierra y esa sensación de agobio y estrés desaparece. La calidad de tu vida aumenta de forma más que notable. Haces cosas en una situación de mayor enfoque y relajación, disfrutas más haciéndolas y como consecuencia de ello consigues mejores resultados.
Solo te puedes sentir bien con lo que no haces cuando sabes qué es lo que no haces — David Allen
Pero para ello, el comienzo se encuentra en la pregunta que da título a esta entrada. Tu respuesta sincera a esa pregunta es clave para reafirmarte en que de veras necesitas mejorar en algún aspecto tu vida y adquirir el compromiso necesario para hacerlo.
Quizá te sientes perfectamente en la actualidad, puedes hacer todo aquello que debes/quieres hacer y en absoluto sientes esa sensación de estrés y agobio que he comentado. ¡Enhorabuena! Si es así, no necesitas introducir ningún cambio. Pero me consta que la mayoría de personas no están ahí. Más allá de la dureza de reconocer que en muchas ocasiones —constantemente— las circunstancias nos sobrepasan, existe un modo diferente de pensar y hacer que está esperando a que seamos conscientes de nuestra necesidad.
Cambios profundos de pensamiento y comportamiento
Sentirte bien con lo que haces o dejas de hacer no es fácil, requiere de un cambio de pensamiento y comportamiento que hay que trabajar. Requisito indispensable para sentirte bien con lo que haces, es que hagas las cosas adecuadas. Y hacer las cosas adecuadas, requiere que sepas cuales son. Y para saberlo, primero debes disponer de un mapa de tu mundo, un inventario que las incluya todas para que puedas elegir lo adecuado en cada momento.
No es un proceso sencillo y requiere compromiso. Es algo más complejo y que va más allá de tener tu escritorio ordenado, de levantarte una hora antes o de planificarte tres tareas de ayer para hoy. Pero nada que no puedas conseguir si te lo propones.
Y como ves, «hacer más cosas» pierde toda su fuerza cuando se habla de efectividad, porque lo realmente importante es «hacer bien las cosas adecuadas», lo cual requiere de esa práctica tan sana y en general olvidada que es detenernos a pensar. Pero tú ya sabías esto en realidad, del mismo modo que sabes que los cambios que marcan la diferencia son los que requieren esfuerzo y que «hacer bien las cosas adecuadas» sí marcará un cambio a mejor en tu vida, ¿No es así? ¿Y a qué esperas?
Tienes mucha razón y me siento muy identificado con la experiencia, pero aún me falta un clik, aún no sé si por no tener bien definidos objetivos, o por falta de habilidades, y si sé que por falta de dispersión.
Estaría bien una serie en lña que marcases un poco los hitos de ese caminos y cómo situarnos en el mapa.
Hola, Antonio
Las habilidades se adquieren, si hay compromiso. Y la dispersión se combate con una aplicación estricta del flujo de trabajo y sus 5 pasos para ganar control. A otro nivel, trabajar la perspectiva aporta claridad de ideas —para definir adecuadamente esos objetivos y para adoptar elecciones acertadas— y cierra el círculo. En otras ocasiones, los niveles superiores están más claros de lo que creemos, pero sucumbimos ante la complacencia y presión social.
Como sabes esto es un camino, centrarte en lo que has andado en lugar de en lo que queda por andar —ver el vaso medio lleno— es un excelente punto de partida y un ingrediente motivacional interesante para mantenerte en el camino, y buscar siempre un paso más.
Me apunto tu propuesta, me ha parecido muy interesante.
Un abrazo 🙂
Excelente artículo.
Sólo veo un problema. Las «cosas adecuadas» está condicionado en demasiadas ocasiones por el entorno en el que vivimos, por la sociedad y la cultura que nos rodea. Por eso, «las cosas adecuadas» en la mayoría de las sociedades desarrolladas se centran en ganar dinero, ganar poder, tener más lujos, ser más competitivo, tener una casa más grande, etc.
Uno se pregunta si realmente esas son las «cosas adecuadas» que millones de personas llevan a cabo diariamente. Uno se pregunta: ¿podría toda la civilización estar equivocada y lo que realmente necesitamos es un cambio radical de consciencia y de moralidad?
Seguramente la respuesta a esta pregunta nos obligaría a cambiar no sólo el sistema económico, sino todo el tejido industrial, nuestro modelo político, modelo de consumo, la propia estructura familiar, etc
Uno se pregunta si «las cosas adecuadas» tiene más que ver con ser profundamente sencillo en lo interno y en lo externo.
Hola, Jack
Muchas gracias.
Las reflexiones que haces —con las que coincido— pueden ser buen punto de partida para seguir rascando. Hablando de efectividad personal, las «cosas adecuadas» no tienen que ver con una máxima universal válida para todas las personas que integramos el planeta, sino que habrá tantos planteamientos de «cosas adecuadas» como personas; Las cosas adecuadas para una persona pueden no ser las mismas —y no serán— que para otra.
Por otra parte, reivindicando a Covey y sus conceptos de círculo de influencia y círculo de preocupación, es importante ocuparnos en aquellas cosas que está en nuestra mano poder cambiar y dejar de preocuparnos por aquellas que no podemos cambiar.
De aquello que es importante para ti, que te satisface, que te llena y hace feliz ¿qué está en tu mano hacer, mejorar, conseguir?. Haz bien, y serás una persona efectiva. Desde el punto de vista cualitativo, harás más y con más retorno, mejorarás más, conseguirás más.
Esto no excluye tu particular visión sobre los cambios sociales que citas. ¿Te llenaría de satisfacción hacer pensar a la gente, provocar cambios hacia lo profundamente sencillo? ¿Qué puedes hacer? ¿Puedes ser ejemplo de tu visión? ¿Puedes ganar visibilidad para que te vean, oigan y lean? ¿Puedes…?
Un abrazo.