Un pequeño paso más en el análisis de «Sé más eficaz» de David Allen. En el caso de esta semana la parte 2 capítulo 20: Cambio de enfoque igual a cambio de resultado.
La esencia de este capítulo 20 está muy relacionada con la de los pasados capítulos 17 y 18. Allen insiste de nuevo en la importancia de tener la capacidad de alterar el punto en que poner nuestro foco. Centrar nuestro pensamiento en algo pone en marcha un increíble sistema asociado que ve lo que antes no veía. Y que dispara ideas que antes simplemente no existían para nosotros.
Las mentes tranquilas son incapaces de sorprenderse o de asustarse, sino que siguen a su ritmo tanto en la fortuna como en la desgracia, como un reloj en medio de una tormenta. — Robert Louis Stevenson
La importancia de relajarte y reenfocar: tormenta y calma
Como seres humanos, emocionales y atados a multitud de sesgos, es francamente difícil (por no decir imposible) mantenernos impasibles ante la gran cantidad de entradas que recibimos a diario. Algunas carentes de gran trascendencia para nosotros, otras difíciles de ignorar por mucho que lo intentemos. Algo te llama la atención, te sorprende, te molesta, te enfada, te emociona o te agrada. Te asusta, te absorbe o te excita. Y no puedes evitarlo. Pero, ¿cuánto dura la tormenta?
La mera formulación de un problema es mucho más esencial que su solución, la cual tal vez sea una simple cuestión de habilidad matemática o experimental. Para plantear nuevas preguntas, nuevas posibilidades, para contemplar viejos problemas desde un nuevo ángulo, se requiere una imaginación creativa y eso es lo que marca los auténticos avances en ciencia. — Albert Einstein
No es algo que te ocurra a ti en exclusiva. Le ocurre a todas las personas. Obtener resultados diferentes, mejores, no depende de que no te afecte. Depende de tu capacidad para no estancarte, para desvincularte emocionalmente de ese disparador y volver a un punto de partida relajado. Ese punto de partida es el lugar donde tu mente puede enfocar y desenfocar, donde las alternativas aparecen y las ideas fluyen. Donde aparece lo que no estaba y el avance se hace posible.
Pues la piedad no consiste en que te vean a menudo ofreciendo un rostro velado a las piedras, ni en acercarse a todos los alteres, ni en postrarse… ante los templos de los dioses, ni en manchar los altares con la sangre de animales… sino más bien en ser capaz de contemplar todas las cosas con la mente en paz. — Lucrecio
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