En este episodio vamos a hablaros de la primera parte del libro Minimalismo Digital de Cal Newport.
A este libro le tenemos un cariño especial en Aprendiendo GTD porque fue un regalo que nos hicimos a todo el equipo con el dinero de afiliados de Amazon que teníamos acumulados. Dudamos entre un Yate o tener algo sobre lo que hablar, y nos decantamos por el Minimalismo digital. De hecho este libro hizo que Francisco abandonase las redes sociales.
¿Quién es Cal Newport?
Como pone en el libro:
“Cal Newport es profesor de Ciencia computacional en la universidad de Georgetown y autor de seis libros. No lo encontrareis en Twitter, Facebook ni Instagram, pero sí en su casa con su familia o escribiendo ensayos para su página web calnewport.com”
Otro libro muy conocido, y recomendado, de este autor es Deep Work. Tal vez lo tratemos en un futuro cercano.
Minimalismo digital de Cal Newport. En defensa de la atención en un mundo ruidoso
La presentación del libro es acorde al tema. Totalmente blanco, con una toma USB con el cable roto y una tipografía sencilla.
El libro es una metodología para gestionar nuestras vidas en un mundo saturado de tecnología. Básicamente se trata de aplicar sentido común y unas sencillas reglas que nos permita usar la tecnología cuando sea necesario y poder tener tiempos offline para reconectar con nosotros mismos.
Introducción
El libro no tiene prólogo, tiene la introducción que hace el mismo autor y dónde te cuenta lo que vas a ver en el libro.
Primera Parte – Las Bases
Aquí hace en primer lugar un poco de historia, de cómo el iPhone acabó cambiándolo todo. Inicialmente, Steve Jobs, ofrecía un producto que unificaba un iPod con un teléfono en un sólo dispositivo. No podía imaginar en ese momento que mucha gente hoy en día estuviera mirando su Smartphone 85 veces al día para ver si tiene una notificación, un me gusta o un mensaje directo.
Facebook empezó en 2004 siendo una red que te permitía localizar a tus antiguos compañeros de clase. Con el tiempo se ha convertido en algo bien distinto.
Para ir introduciéndonos en situación, el autor empieza hablando de un documental llamado Brain Hacking (Secuestrando el cerebro) que comienza con una entrevista a Tristan Harris. Este señor, es un ingeniero que fundó la startup Apture, que desarrolló una APP que abría una serie de ventanitas y trataba de mantenerte el máximo tiempo posible conectado. Google compró Apture y puso a trabajar a Harris en programas para influir en el comportamiento de las personas.
Aquí es cuando Harris se empezó a preocupar y preparó un manifiesto de 144 diapositivas titulado: “Una llamada a minimizar las distracciones y a respetar la atención de los usuarios”. Lo envió a un grupo reducido de compañeros de Google. Estos lo compartieron con más gente y enseguida lo tenían miles de empleados de Google y llegó al codirector ejecutivo Larry Page, que se reunió con él y le nombró “Filósofo del Producto”. Luego se dió cuenta que las cosas no cambiaban a pesar de sus esfuerzos. Él lo atribuye a la inercia que llevaba la empresa y que sobre todo, mientras más tiempo estuviera conectado el usuario, más dinero gana la empresa. En el documental viene a decir, que el teléfono es un máquina tragaperras, porque recibimos pequeñas recompensas intangibles, (los famosos likes, o feedback a un mensaje que subimos a la red o a una foto), pero realmente, son las empresas las que ganan manteniéndonos conectados. Además defiende que nos obligan a usar la tecnología como ellos quieren.
Así que Harris dimitió y fundó una asociación sin ánimo de lucro llamada Time Well Spent (Tiempo Bien Invertido) para exigir tecnología que nos sirva y que no sea publicidad.
Otro caso que expone el libro es el del Doctor Adam Alter, profesor de negocios con un doctorado en psicología social. Este doctor había estudiado como pequeños cambios ambientales, producían un gran cambio en el comportamiento humano. Por ejemplo, descubrió que si a unos reclusos agresivos y borrachos, los metías en una celda de color rosa chicle, se calmaban o que subir una foto con una prenda de color rojo a una aplicación de contactos, genera más interés que cualquier otro color. Si estáis buscando pareja, ya sabéis lo que hay que hacer.
A partir de un viaje que hizo el Doctor Alter entre New York y los Ángeles, tuvo un punto de inflexión en su carrera. Comenta que tenía planeado aprovechar ese vuelo para dormir un rato y adelantar trabajo, y sin embargo empezó a jugar a un juego de estrategia, llamado 2048, y se tiró las seis horas del vuelo, jugando sin parar a dicho juego. Después de eso, determinó que existía adicción a las pantallas. Anteriormente se hablaba de adición sólo a sustancias psicotrópicas, pero en 2010, el estudio publicado en el American Journal of Drug and Alcohol Abuse, concluyen que además de además de las adicciones a sustancias, existen adicciones conductuales como la ludopatía o internet, que se asemejan a las primeras.
El Doctor Adam Alter, después de diversos estudios, tuvo claras dos cosas: La primera que las nuevas tecnologías son susceptibles de crear adicciones conductuales, si bien, de carácter moderado. Y la segunda, y más inquietante, como decía Harris, es que estas adicciones son diseñadas cuidadosamente por las empresas tecnológicas. El Doctor Alter en su libro “Irresistible”, explica por qué se crean estas adicciones en nuestro cerebro. El autor del libro, hace hincapié en dos de ellas. El refuerzo positivo intermitente, Habla de un estudio de 1970 de Michael Zeiler, en el que se demostró que recibir una recompensa intermitente es mucho más adictivo que recibirla con un patrón fijo. Esto enlaza directamente con el botón “Me gusta” de Facebook. Cuando subes una publicación, estás esperando recibir likes o retuits, sin saber si tú mensaje va a tener éxito o no. En definitiva, el usuario realiza una apuesta cada vez que publica algo en una red social. El que tú mensaje no reciba feedback produce frustración, mientras que si tiene éxito generan lo que llaman “grandes destellos de pseudo placer”. Muchas personas, entran a hacer una consulta (por ejemplo, el tiempo que va a hacer) y 30 minutos después, siguen enganchados saltando de un artículo a otro. Muchos de esos titulares o vídeos, no te importan lo más mínimo, pero a veces aparece alguno que te provoca una fuerte reacción (alegría, indignación, risa, etc). Como decía Harris, cada vez que pinchamos en otro enlace, es como si le diéramos otra vuelta a la máquina tragaperras.
El segundo refuerzo psicológico que fomenta las adicciones conductuales, es la necesidad de aceptación social. En el Paleolítico, la gestión de la posición social dentro de la tribu era muy importante, porque de ello dependía la supervivencia de los individuos que formaban esa tribu. En la actualidad, los botones de feedback, los corazoncitos que pulsan sobre la última foto que hemos subido a Instagram, significan que la tribu nos está dando su aceptación, algo que todos anhelamos. La ausencia de feedback positivo, genera angustia. Como curiosidad, la jefa de diseño del equipo de Facebook que inventó el botón “Me gusta” de esa red social, tuvo que contratar a una persona para que llevar su cuenta en Facebook para evitar la manipulación de esta necesidad social humana.
Una carrera armamentística desequilibrada
En esta parte habla de la cantidad de inputs que tenemos a lo largo del día. Hacen un símil de Sócrates cuando le explicó a Fedro que el alma es un conductor de carros con dos caballos que intenta contener. Uno de los caballos representa lo mejor de nosotros y el otro nuestros instintos más bajos. Cuando damos más autonomía a nuestra vida digital, damos más fuerza al segundo caballo. Es una batalla que hay que librar y que es más seria de lo que parece y para ello el autor nos ofrece una herramienta: “El Minimalismo Digital”.
El Minimalismo Digital
Aquí el autor pone varios ejemplos de minimalistas digitales. En primer lugar nos habla de un periodista del New York Post, que hizo un artículo de cómo había vencido su adicción al móvil desconectando las notificaciones de las 112 Apps de su móvil. Pero el autor este gesto se queda corto y pone otra serie de ejemplos de gente que ha dejado por completo las redes sociales o que ha minimizado su uso al máximo, sustituyendo en muchos casos las notificaciones de Twitter por el seguimiento de unos pocos blogs que consultan una vez a la semana para mantenerse informados. Un maximalista digital, aprovecha e instala, cualquier pequeña tecnología en su smartphone pensando que le va a ser útil, mientras que un minimalista, evalúa a conciencia esa nueva red social, tecnología o aplicación para comprobar que realmente es útil antes de implementarla en su día a día.
Y llegamos a los principios del Minimalismo Digital.
Principio #1: “Acumular sale caro”.
Como a lo largo de todo el libro, el Sr. Newport, nos pone el ejemplo de Henry David Thoreau, que en marzo de 1845, pidió prestadas unas herramientas y se hizo una casa junto al lago Walden (es un lago en Massachusetts). La construyó pausadamente, sin prisas y cuando la hubo terminado se fué a vivir a ella y comenzó a hacer unas listas de gastos. Cuantificó exhaustivamente cuanto le costaba vivir allí durante ocho meses y calculó cuanto tenía que trabajar para mantener esa vida tranquila. El resultado fué que con un sólo día de trabajo a la semana, podía vivir allí cubriendo sus necesidades básicas (comida, abrigo, ropa, etc.). Es lo que se llama la economía de Thoreau. En cambio, veía a sus vecinos granjeros que tenían que deslomarse para cultivar la mayor extensión de terreno posible para tener unas cuantas cosas más que él (mejores persianas, mejor coche, mejores utensilios de cocina, etc.). Comenta que en coche se llega antes al pueblo que a pie, pero inviertes más tiempo en trabajar para obtener y mantener ese coche que en ir al pueblo andando. Lo mismo pasa con las redes sociales, estar continuamente conectado por ejemplo de forma activa a Twitter, te hace consumir un tiempo (que él estima en unas 10 horas semanales) que podrías limitar por ejemplo yendo una vez al mes a un conferencia o evento interesante y obligarte a hablar con 2 o 3 asistentes a dicho evento. Eso reduciría el coste de estar conectado a Twitter a unas pocas horas al mes.
Principio #2: Optimizar es importante”.
Aquí nos habla de la curva de rendimiento. Viene a explicarnos lo que en economía es la ley de los rendimientos decrecientes. Cuando invertimos más recursos en un proceso de productividad, llega un momento en que hemos alcanzado su nivel óptimo, y no podemos mejorarlo más. Ponen el ejemplo de una línea de montaje automóviles, mientras más trabajadores incorpores a la cadena de montaje, más rápido se fabricarán los coches, hasta que llegará un momento en que incorporar más elementos humanos, no podrá mejorar el resultado, ya que la línea tiene una velocidad máxima, más trabajadores se pueden estorbar, etc. El gráfico de la línea de rendimiento decreciente es una línea que asciende rápidamente hasta que se convierte prácticamente en una línea horizontal, sin posibilidad de crecer más. El autor enlaza este razonamiento con la gestión de la tecnología personal. En definitiva, es más importante cómo utilizamos una herramienta tecnológica que la herramienta en sí. En este apartado, el autor, vuelve a contarnos lo que hacen algunos minimalistas digitales, como quitar las aplicaciones de redes sociales de sus móviles y dejarlas sólo para consultar en el ordenador o utilizar Apps (tipo Instapaper) para seguir blogs y noticias y consultarlos una vez a la semana y no estar entrando compulsivamente a ver nuestras redes sociales.
Principio #3: “La intencionalidad es satisfactoria”.
En este principio, el autor habla profusamente sobre la comunidad Amish en Estados Unidos. A esta comunidad la tenemos catalogada como en contra de la tecnología, pero esto no es del todo cierto. Es cierto que no permiten tener coches, ni estar conectados a la red eléctrica, ni los teléfonos móviles, pero sí pueden tener paneles solares o viajar un coche que conduzca otra persona o tener una cabina telefónica en su comunidad. Sin entrar en más detalles (ya que este apartado es un poco denso), cuando un amish quiere utilizar una tecnología, pide permiso al obispo de la comunidad, este decide si le da el permiso o no, y luego todos analizan los beneficios que aporta para incorporarla a la comunidad o no.
Es decir, dan prioridad a los beneficios que usar una tecnología de forma deliberada aporta sobre los beneficios que pierden si deciden no utilizarla. Lo que viene a decir el autor, es que el hecho de utilizar una tecnología que hemos decido usar, aporta mucha más satisfacción a la que perdemos por no utilizar las herramientas que decidimos qué no vamos a usar.
En resumen en tecnología menos es más. Aunque haya corrientes que intenten hacer ver que más tecnología, más conexión, más opciones, más información,… conectan con el humanismo liberal y en cambio, evitar hacer uso de una red social, puede hacer parecer a esa persona como antiliberal.
Vamos a dejar aquí todo el tema de la teoría y las bases del Minimalismo Digital y en el próximo episodio comentaremos cómo llevarlo a la práctica.
¿Crees que el tema es tan grave como lo pinta el autor del libro?
¿Nos están reprogramando el cerebro a través de las redes sociales?
Nosotros no podemos evitar pensar en las cosas que se dijeron de Facebook cuando el Brexit británico, o cómo se comentó también que influyeron claramente en las primeras elecciones de Donald Trump. Otra noticia que nos pilla cercana, procede de Twitter y su compra por parte de Elon Musk. Dejando a parte su política de personal, es cierto que mucha gente ha empezado a pasarse a Mastodon. Parece que mucha gente indecisa ha tomado la decisión a raíz de la inoperatividad de la App Tweetbot.
¿Piensas que no podemos estar sin un twitter en nuestras vidas y tenemos que buscar otra red social que lo sustituya? Quien dice un Twitter, dice un Facebook, un Instagram, etc.
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La sintonía del podcast es All the Fixings de Zachariah Hickman
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