¿Quieres leerlo con música de fondo?
Mi padre se dedicó durante gran parte de su vida laboral a trabajar como comercial de ventas. Por su profesión, viajaba mucho en su automóvil. Le encantaba conducir y escuchar la radio mientras lo hacía.
Aunque evitaba las emisoras de Radiofórmula, le gustaba mucho la música. Sobre todo las baladas y los temas easy listening que descubría cuando sonaban durante la emisión de algún programa tipo magazine o cultural, a los que nosotros denominábamos “de hablar”, en contraposición a los que eran propiamente musicales. Generalmente, eran temas interpretados en inglés, aunque él no sabía idiomas. Cada vez que escuchaba un tema que le gustaba, lo anotaba en un papel. Bien fuera el título, bien el artista, con suerte ambos, otras veces parte de la letra o estribillo, transcribía lo que buenamente entendía.
«Sharon Tetza», dos palabras que en apariencia podrían formar parte del nombre de una mujer, fueron el producto de una de esas capturas que hizo mi padre hace ya muchos años. Tantos que todavía no existía Google. Ni tan siquiera Internet.
Le gustó mucho una canción que escuchó en la radio, de la que el único dato que pudo captar en la presentación del locutor fueron esas dos palabras. Y así lo anotó en un pedazo de papel, que posteriormente mostró a mis hermanos (yo era todavía muy pequeño) para que le ayudaran a identificar aquella pieza. Dudaba de si se trataba del título o del intérprete. La voz le pareció masculina. Ellos no fueron capaces de averiguar de qué canción se trataba. No les sonaba ningún cantante ni grupo musical con ese nombre. Trataron en balde de tararear los temas que por aquél entonces se escuchaban para ver si mi padre la identificaba.
Una noche en la que estábamos todos juntos viendo la televisión, apareció en un programa de variedades Andy Gibb cantando Shadow Dancing. «¡Sharon Tetza!» gritó mi padre con excitación «¡Es esta!». Mis hermanos difícilmente habrían imaginado que podía tratarse de un tema de género Disco de aquella época.
Esta fue una entre otras muchas anotaciones que hizo mi padre.
Cualquier cosa que le llamara la atención y le pareciera digna de ser posteriormente vista, probada, leída, escuchada o visitada, la apuntaba en un papel. Recuerdo que había tacos de notas y bolígrafos repartidos por toda la casa, incluso en el baño. También guardaba recortes de prensa en los que subrayaba todo aquello que despertara su interés: libros que leer, películas que ver, lugares que visitar, restaurantes que probar, platos que preparar, todo lo que quería recordar para abordarlo en algún otro momento.
Aún así, muchas veces al llegar a casa nos contaba que había escuchado una canción muy buena, de la que no sabía ningún dato más. O que en una tertulia de radio habían hablado muy bien de un restaurante, pero que era incapaz de recordar el nombre. La frustración que sentía en esos momentos alimentaba su interés por anotar todo lo que entrara en su radar para posteriormente poderlo compartir con nosotros. Se convirtió en un hábito para él.
Otras capturas de temas musicales tuvieron mejor suerte que la de la anécdota anterior. «Nil Yau. Armónicas. Nueva» es una de las últimas que recuerdo. En esta ocasión, las pistas fueron suficientes para descifrar que se trataba del tema From Hank To Hendrix de Neil Young, la pieza que te propongo para esta lectura. Una deliciosa canción de principios de los años noventa que, junto con otras igualmente identificadas, pasó a formar parte de una de las cintas de casete que le grabé para que escuchara en el coche durante sus viajes.
Aquello se convirtió en una especie de juego, un quiz en el que participaba toda la familia. Consciente o no, y aunque el contenido de esas notas manuscritas pudiera parecer banal, se trataba en realidad de algo importante. No sólo para él, sino también para todos nosotros.
Te sigo recordando, papá.
¿Y tú, capturas todo lo que llama tu atención? Tal vez algo resulte importante para ti. Incluso para alguien más.
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Tus artículos me dejan el corazón calentito 💛😭