El teletrabajo está de rabiosa actualidad. Las circunstancias actuales han arrastrado a cientos de miles de personas en todo el mundo a desarrollar su trabajo desde sus hogares. Internet alcanza picos desconocidos hasta la fecha. Las aplicaciones o servicios de teleconferencia o trabajo colaborativo suben a los podios de las tiendas de aplicaciones. Sus cifras de usuarios activos crecen como nunca antes en un rango tan corto de tiempo.
La información se multiplica exponencialmente durante estos días a cada segundo que pasa. Titulares y artículos diversos del tipo «X empresa envía al 80% de su plantilla a teletrabajar», «Y gobierno autonómico ha comprado no sé cuántos miles de portátiles para trasladar el trabajo a los hogares de sus empleados», u otros —estos más cuestionables en muchos casos, tanto desde el punto de vista práctico como el moral— del tipo «Mis Z reglas básicas para teletrabajar» o «Yo puedo ayudarte a teletrabajar».
Teletrabajar aporta innegables beneficios. Ya los aportaba el año pasado aunque haya sido ahora, arrastradas por la imposición de una situación excepcional, cuando muchas organizaciones del mundo se encuentren adoptando a marchas forzadas este modelo.
Teletrabajo no es reunirse de forma remota
En OPTIMA LAB siempre se ha teletrabajado desde sus inicios hace ya unos cuantos años. Este hecho ha permitido a la red ir afinando y perfeccionando sus procesos hasta llegar a funcionar en piloto automático. Tenemos cubiertas todas nuestras necesidades del mejor modo posible, y si aparece una nueva necesidad se introducen los microajustes procedentes. Se trata de un modelo diferente al presencial por lo que sacar lo mejor del mismo implica construir desde el inicio, desde lo más básico. No se trata de algo tan sencillo como hacer uso de un servicio de videoconferencia para imitar lo que hacíamos.
Tratar de adecuar lo que hacíamos antes de forma presencial a un modelo virtual es someterse a «lo mismo pero limitado». Precisamente ese pensamiento limitante nos incapacita para extraer lo mejor del modelo, cuando su fuerza radica precisamente en las diferencias.
En medio de esta situación han llegado las XV Jornadas OPTIMA LAB, que en este caso están teniendo lugar de forma remota. De hecho, en el momento que se publica esta entrada estamos cerrando nuestra segunda jornada de trabajo en red a través de Zoom, plataforma que desde hace ya años utilizamos para nuestros O2O, reuniones de red, o para impartir la formación en formato virtual. Muy pronto podrás leer las habituales crónicas de mis compañeras, compañeros y mías propias.
¿Qué hemos tenido que hacer para adaptarnos a estas Jornadas, las primeras en remoto?
Pues apenas nada. Somos una red de personas efectivas que conocemos y nos movemos con comodidad en ambos mundos —virtual o presencial—. Sabemos que ir más allá de nuestro círculo de influencia aporta poco en términos prácticos. Somos conscientes de que el imprevisto forma parte de nuestras vidas. Y dominamos las herramientas que utilizamos —que no son pocas— para maximizar nuestra eficiencia, y por tanto la de la red.
Escribí sobre ello aquí, y no puedo evitar recomendarte la entrada que le ha dedicado José Miguel Bolívar hace apenas unos días aquí.
Antes de despedirme de ti hasta la semana próxima quería aprovechar para —de forma breve— invitarte a pensar sobre algo, una reflexión que da título a la entrada y que se centra en lo que está detrás y no se ve.
Recuerda que para cada «qué», debe existir un «para qué» y, si procede, un «cómo».
El «qué» y el «para qué» son antes del «cómo». No permitas que el teletrabajo y todo lo que ese término conlleva (que con todas sus virtudes sigue siendo parte del «cómo») nuble tu visión sobre qué haces y para qué lo haces. Valora qué necesitas para trabajar de forma remota, encuentra las aplicaciones o servicios que cubran tus necesidades y aprende a dominarlos para trabajar del modo más eficiente posible, pero no olvides que antes del hacer por hacer, está el pensar y decidir sobre qué hacer y para qué hacerlo.
Deja una respuesta